domingo, 26 de febrero de 2017

BESAME

Ven. Besame. Como nunca me has besado. Besame. Besame. Besame. No te vayas. No me dejes. Tengo mucho por darte aún. Besame

miércoles, 22 de febrero de 2017

¿IGUALES?

- Te quiero yo a ti mas que tu a mi -me decías al principio

- Noo. Yo a ti más. -contestaba yo. 

- Yo a ti más 

- Yo a ti más. 

- Yo a ti más 

- Yo a ti más. 

- Yo a ti más.

- ¿Iguales? 

- ¡Vale!

Lo echo de menos papá. Aunque ya sé que al crecer eso no va a volver a suceder. 

domingo, 19 de febrero de 2017

SOLO TÚ

            Quédate un poco más.- suplicó Bea
         - Lo siento… de verdad que no puedo.- contestó Laura
         - Por favor…
         - Nos van a pillar.
         - ¿Y qué?
         - Sabes que yo…
         - No estás preparada. ¿Y cuándo lo vas a estar? Yo necesito…
         - Eres una egoísta. Si no lo estoy, no lo estoy y punto.

Bea se lanza hacia Laura y la besa para callarla. Un beso lento y suave, con sus labios rozándose despacito, saboreándose. Claro, Laura le responde y le sigue el juego. Ambas sienten mucho y no saben cómo salir de ahí. De ese pequeño cuarto  en el que se han escondido y en la que no pueden dejar de tocarse, de amarse. Bea se separa bruscamente de Laura y la mira inquisitivamente.

         - ¿Qué? ¿has sentido algo o no?

         - Yo… - Laura boqueó buscando un poco de aire, se sentía confusa, y mareada. Necesitaba salir de allí. No podía sentir lo que estaba sintiendo.

Recogió sus cosas del suelo apresuradamente y salió corriendo de allí con lágrimas en los ojos, con el corazón partido, con el alma en duda y con la vergüenza más latente que nunca. ¿Por qué le pasaba eso a ella? ¿Qué había hecho mal? ¿Por qué se sentía tan bien y a la vez tan mal cuando estaba con Bea? Estaba tan confundida…
Cuando llegó a su casa, saludó deprisa a sus padres, le daba miedo que la vieran por si entreveían algo de lo que había estado haciendo ¡Besando a otra chica nada menos! Así que subió a su habitación y se encerró allí. Se quitó el maquillaje y la ropa, y se metió en la bañera, que había llenado previamente con agua y espuma, con velas encendidas y con la clara intención de pensar. Y pensó, en demasiadas cosas. Pensó en que ella pensaba en que le gustaban los chicos, que ella tenía que ser heterosexual porque si no sus padres la matarían, pensó que sentía algo demasiado fuerte por Bea. ¿Amor? No lo sabía, no sabía nada. Solo que tenía que arrancar aquellos sentimientos de raíz. Así que borró su número de teléfono. La bloqueó en Twitter y en todas sus redes sociales, e intentó no pensar en ella. Pero solo lo intentó porque su descabellada mente no hacía más que volver a su sonrisa, al olor de su pelo, a lo suave que eran sus labios… a toda ella. A cómo se sentía cuando estaban juntas, a cómo se conocieron, a como pasó a ello.

Pasaron las semanas, y los meses, y el corazón de Laura estaba más partido que nunca, no comía, no salía con sus amigas y… no podía dejar de pensar en Bea. La echaba de menos, ya no solo como amante, sino como su mejor amiga, porque eso era por encima de todo, su mejor amiga. Decidió ir a buscarla, porque no aguantaba más. No podía más con aquella agonía.

La encontró en el parque de siempre. No hubo palabras, no hacían falta. Laura tomó la iniciativa por primera vez en su vida y beso a la otra chica. Con rabia, con pasión, con desesperación. Intentando transmitirle con solo un beso todo lo que sentía. Bea, tiró de ella y la acercó más, devolviéndole el beso. La había extrañado. Demonios, estar lejos de ella había dolido como estar en el infierno.

          - Nos van a ver – dijo Bea en un suspiro triste.

          - ¿Y qué?
          - ¿Desde cuándo no te importa?-se sorprendió la chica.
          - Desde que comprendí que solo me importas tú.



Bea se puso roja, pero sonrío. Se habían echado demasiado de menos. Ambas se besaron por un largo rato, sin pensar en quien las estaría mirando, sin pensar en si estaba mal, porque no lo estaba. Solo eran dos personas amándose.




sábado, 18 de febrero de 2017

SU DONCELLA

Érase una vez… Así empiezan los cuentos, los buenos y los malos, los reales y los de fantasía. Érase una vez…

Érase una vez una niña que creía en las estrellas, que creía en la luna y en el sol, tal vez en el destino y en las nuevas oportunidades, o, tal vez no. Esta niña se llamaba Violeta, pues había nacido el con el cabello del mismo color.
Todo el mundo se reía de ella por eso, pero ella ocultaba su dolor. Le gustaba su pelo más que nada en el mundo era suyo, y especial, hasta ella lo sabía. Era especial. Pero no solo por su cabello, sino por muchas cosas más. Vivía en una casa con varios pisos de altura, en una urbanización donde apenas había niños con los que jugar, donde todo era gris y los árboles no crecían, donde la imaginación no estaba bien vista.

Cada vez que había luna llena, salía a la ventana de su habitación a hablar con ella, le contaba sus problemas, sus penas, sus agonías e incluso las cosas cotidianas de la vida. Se desahogaba a la luz blanca de su eternidad, era el único día que se permitía llorar, el único día que se dejaba lamentar por la miseria de vida que decía llevar.

Sus padres no le prestaban atención, solo pensaban en que si le daban lo que quería se callaría y los dejaría en paz. Es por eso que empezó a pedir cosas cada vez más extravagantes, pero todas, sin excepción, eran concedidas, desde los vestidos de telas exóticas e imposibles hasta manjares que costaban una fortuna. Solo había una cosa que pedía y no le daban: amor. Conforme fue creciendo se fue dando cuenta de que eso nunca se lo darían así que dejó de pedir cosas y se encerró en sí misma. Su pelo violeta, se iba marchitando junto con ella, su brillo se iba apagando y no encontraba nada que despertase su ilusión.

Su habitación daba a la carretera, donde nada le impedía ver mejor las estrellas. Había casa a su alrededor, pero solo ella estaba despierta a tan altas horas de la noche, solo la luz de su cuarto brillaba débilmente cada 28 días exactos, la única que se sentaba en su ventana a llorar y a contarle su vida al cielo.

Bueno, tal vez la única no. Estaba aquel chico que vivía justo en frente y que, cada 28 días esperaba ansioso, con la luz apagada, a la espera de que saliera aquella chica tan rara que veía en el colegio. Le gustaba verla a la luz de la luna, le gustaba verla soltar todas sus penas. Le dolía verla llorar de aquella manera… le dolía tanto, que su corazón se partía a cachitos cada vez. Le dolía tanto que apenas tenía fuerzas para quedarse donde estaba y no escalar el árbol junto a su ventana para enjugar las lágrimas mágicas que caían de la chica del pelo violeta. Os preguntareis: ¿Mágicas? Pues sí, porque cada vez que una lágrima caía, el chico más se enamoraba de ella. Cada día la observaba con más atención, cada día daba un paso más hacia ella, aunque la muchacha no lo supiera. Cada día recomponía su corazón y se armaba de fuerza y valor para, algún día acudir a por su doncella.



viernes, 17 de febrero de 2017

UNA SOLA MIRADA

Nunca lo había visto en la vida, y quiero pensar que él tampoco a mi. A pesar de que vivimos en el mismo barrio, o eso supongo yo. Iba con prisas porque llegaba tarde a mis prácticas, y pasé al supermercado de la esquina para comprar pan y hacerme luego un sandwich para merendar. Lo veo entrar por la puerta y dirigirme una mirada desde lo alto. Desde lo alto porque realmente mide mucho más que yo, y tengo que levantar la mirada para mirarlo a la cara. NO es el chico más guapo del mundo pero indudablemente es muy atractivo, con una barba negra y espesa pero bien cuidada. Juro que odio las barbas, pero a este chico en cuestión le queda bien, le hace más maduro. Nos perdemos en la tienda, cada uno en lo suyo,y yo finjo que no me importa que me mire. Pero cuando estoy pagando mi compra y el está en la caja de al lado esperando, me dirige la última mirada. Yo se la dirijo a él, solo porque quiero sentir una vez más el aleteo de mi corazón cuando veo que me mira fijamente. Le pago a la cajera y sonrío, no directamente a él pero esa sonrisa iba para él, esa sonrisa iba para una sola mirada. Su mirada. Luego me doy la vuelta y salgo por la puerta. Voy a intentar encontrarmelo otra vez, pero estoy segura de que nunca mas lo volvere a ver.

lunes, 6 de febrero de 2017

UN ACTO DE AMOR

A veces tendemos a confundir entre el amor y el interés. A veces tendemos a sentir cosas a las que no sabemos poner nombres. A veces simplemente caemos en una rutina tan cómoda pero perjudicial para nosotros mismos que no nos damos cuenta del error que cometemos. 

Un acto de amor no es regalar flores y bombones un día al año. Un acto de amor es hacerte el desayuno cuando no tienes fuerzas de salir de la cama. Un acto de amor es darte una caricia cuando más lo necesitas. Un acto de amor es regalar una sonrisa cada día. 

Hay muchos actos de amor que se realizan durante todo el año sin necesidad de decirlo, sin necesidad de alardear de cuanto quieres a la otra persona. 

Un día al año no demuestra nada, no quieres más a esa persona por acordarte del día de san valentín. Pero sí que quieres más a alguien por acordarte de él cada día en pequeños gestos, en pequeños detalles que igual se pueden pasar por alto pero están ahí. Están ahí para la persona que amas de verdad. 

No te dejes llevar por el egoísmo y la dejadez. Si quieres a alguien no lo dejes marchar por solo acordarte una vez al año de él. No pierdas a alguien importante en tu vida por solo... no hacer nada

Si alguien merece la pena demuestrale que lo amas cada día. Por que esos pequeños gestos dan vida.